Coronavirus. Radiografía emocional Covid-19

La actual situación de confinamiento, provocada por la pandemia del Covid-19, nos coloca en un contexto de incertidumbre y de inseguridad, un contexto de crisis permanente, para el que no estamos preparados ni individual ni colectivamente.

Enfrentarnos a coyunturas de crisis provoca siempre, en mayor o menor medida, miedo, ansiedad, tristeza, ira y estados emocionales inestables. Son las respuestas normales de nuestro organismo ante el posible peligro de un inminente contagio y ante una situación de incertidumbre.
Somos plenamente conscientes de la falta de control sobre la crisis, sobre la falta de control de cómo el Covid-19 puede afectar a nuestros familiares y a nuestros seres queridos y de cómo puede afectar a nuestra economía y a la economía mundial e incluso a nuestro actual modo de vida. Ello nos lleva a preocupaciones y reflexiones negativas, constantes y persistentes, y pone en marcha algo que nuestro cerebro sabe hacer muy bien: ponernos en el peor de los casos y “sacar a pasear” nuestros esquemas de pensamientos negativos y pesimistas. Esto genera, en muchos de nosotros, desequilibrios emocionales, miedos, nerviosismo, inquietud, angustia, y abre la puerta a la Ansiedad, al Estrés y a la Depresión.

La falta de control sobre lo que está sucediendo es una de las claves psicológicas de esta crisis del Covid-19, por ello la mayoría de los expertos nos recomiendan simular nuestras rutinas habituales y realizar actividades que se adapten a las que veníamos realizando en el mundo conocido y controlable que teníamos hasta hace unas semanas. Esto es así porque nuestras acciones y nuestras conductas, sí las podemos controlar, así como no podemos hacerlo con nuestras emociones, ni con algunos de nuestros pensamientos negativos, ni con la propagación del virus, ni con las finanzas mundiales, sin embargo, sí podemos controlar lo que hacemos. Nuestra conducta es clave para abordar la Ansiedad, el Estrés y la Depresión.
Estas conductas, estos actos, pueden estar referidos a ayudar a los demás, a actividades de formación y aprendizaje, a actividades laborales, proyectos profesionales, a realizar actividades de cuidado personal, actividades en familia, actividades aparcadas durante mucho tiempo, actividades que se identifiquen con nuestros valores, con lo que realmente nos importa. Cada uno de nosotros puede decidir qué hacer en función de sus intereses, de sus recursos económicos, de sus recursos sociales, familiares y de su especial situación.

La ayuda profesional puede ser, en algunos casos, necesaria y recomendable, sobre todo en colectivos especialmente afectados por la crisis del coronavirus. Es importante minimizar al máximo el sufrimiento emocional y psicológico que se deriva de los estados depresivos, ansiosos o estresantes. Es sabido, además, que el estrés prolongado en el tiempo afecta a nuestro sistema inmunológico y, por lo tanto, estos sufrimientos emocionales pueden conllevar el efecto de que seamos más vulnerables al coronavirus.

Los grupos de personas más sensibles a los desequilibrios psicológicos y emocionales en este período de crisis y en el futuro más inmediato requieren de especial atención por parte de los profesionales de la psicología, de la psiquiatría y de la salud mental.

Bajo nuestro criterio, podemos establecer 5 grupos de personas especialmente afectadas por problemas emocionales y de salud mental por esta crisis del Covid-19.

1) Personas con trastornos emocionales y enfermedades mentales antecedentes a la pandemia del coronavirus. Son personas que, estando o no en tratamiento terapéutico, ya presentaban problemas de ansiedad, fobias, estrés, trastornos depresivos y del estado de ánimo, trastornos de la personalidad, y/o cualquier otro trastorno mental en mayor o menor gravedad. Cabe señalar la especial atención que se debiera prestar a las personas con trastornos depresivos que conforman el grueso de la terrible cifra de suicidios que anualmente asola a nuestra sociedad con ´más de 3.600 fallecimientos al año en nuestro país.

2) Personas con problemáticas específicas, principalmente: personas con movilidad reducida, personas con diversidad funcional, personas que conviven en entornos de riesgo ( violencia de genero ), personas sin vínculos sociales y/o familiares, personas con adicciones o personas que trabajan en la economía sumergida. Estas personas son más vulnerables que el resto.

3) Personas que pierdan su empleo o su negocio. La pérdida de la capacidad económica y el no poder atender a los pagos para abordar las necesidades vitales de cada uno (hipoteca, alquiler, facturas) genera una especial angustia económica y social y es un factor de riesgo para el desarrollo y agravamiento de desequilibrios emocionales y estados de ansiedad y estrés.

4) Personas que trabajan en Salud y en servicios esenciales como Seguridad, Protección Civil, Alimentación, Transporte, Limpieza, Desinfección, Recogida de Basuras y otros Servicios Públicos.  Son personas que se ven expuestas de forma persistente y constante a la crisis del Covid-19. Están en constante contacto con la crisis y no tienen posibilidad de aislarse o de realizar actividades alternativas durante gran parte de su jornada laboral. Los profesionales de la SALUD, además, se ven sometidos a diario a situaciones de impotencia, de frustración y de tristeza.

5) Personas que han perdido a un ser querido. En la parte más dramática de la crisis nos encontramos con los fallecidos a causa de la pandemia. La muerte de un ser querido siempre nos sitúa ante situaciones de extremo sufrimiento y los periodos de duelo tienen sus propias características emocionales. Esta crisis añade un elemento al sufrimiento, y es que la forma de despedir al que se va es distinta, casi ha desaparecido. Puedes descargar una guía de duelo Covid-19 elaborada por profesionales de reconocido prestigio en este área, psicólogas, enfermeras y trabajadoras sociales, pulsando aquí.

Estos grupos son un factor de riesgo para desarrollar trastornos emocionales y mentales, ahora y en el futuro, y desde la salud mental se debe actuar sobre ellos y proveerlos de los recursos terapéuticos necesarios. Estas personas tienen que saber que pueden pedir ayuda profesional y que parte de esta ayuda la pueden prestar profesionales de la psicoterapia tanto en el ámbito público como privado.