Trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia

Vivimos tiempos de alta velocidad y de muchísimas exigencias. Hemos pasado del “hipermercado” al “hiper-todo”: hiperconectividad, hiperconsumo, hiperdiversión, hipercompetitividad laboral, hiperaprendizaje… desde la mañana hasta la noche, tenemos nuestras agendas abarrotadas de planes y actividades que ocupan nuestro día a día.

Hemos ampliado exponencialmente nuestras posibilidades de adquirir bienes y servicios, de acceder a una mayor cantidad de información, de desarrollar nuestras perspectivas y expectativas culturales y de ocio, y de generar tiempo para nosotros mismos y nuestro entorno social. El problema surge al darnos cuenta de que todo lo que hacemos está impregnado por la alta velocidad, por la prisa, por la elección continúa entre las muchas posibilidades de acción que se nos presentan y en la lucha constante con el tiempo.

La mayor parte de nuestro tiempo la pasamos en tensión (muscular y psicológica) que necesitamos para la consecución de nuestros, temporalmente desproporcionados, objetivos. Una constante sensación de angustia nos acompaña durante la realización de nuestras tareas hasta completarlas, en el mejor de los casos. Esta sensación, acompañada de la constante producción de hormonas y neurotransmisores que nuestro organismo libera para poder sostener la atención, concentración y tensión necesarias, nos conduce irremediablemente a la ansiedad.

En España el consumo de ansiolíticos esta disparado respecto a otros países y son consumidos por más del 10% de la población. La base farmacológica de estos medicamentos son las benzodiacepinas que trabajan sobre nuestro sistema límbico y crean adicción, son por lo tanto una droga.

Esta establecida una creencia de que los distintos trastornos de ansiedad afectan sólo a los adultos, cuando esto no es así. Los trastornos de ansiedad afectan también a la salud en la infancia y la adolescencia. Un reciente estudio realizado por el Child Mind Institute en Estados Unidos revela que el 10% de los niños y adolescentes de su país cumple los síntomas de trastornos de ansiedad. Este informe señala que las reacciones de los niños y niñas con este trastorno van desde las conductas de miedo desproporcionadas ante determinadas situaciones u objetos, hasta comportamientos explosivos que se pueden interpretar como desafiantes u hostiles.

La ansiedad en la infancia y adolescencia propicia situaciones de alto sufrimiento para los niños y niñas que la padecen (baja autoestima y miedos), y es un obstáculo para el normal desarrollo de sus capacidades al impedirles la realización de determinadas actividades sociales, educativas y de aprendizaje.

Los trastornos de ansiedad habituales en la infancia y adolescencia son las fobias específicas, la ansiedad social, la ansiedad por separación , los ataques de pánico y la ansiedad generalizada; estos dos últimos en menor medida.

Las fobias específicas están encabezadas por la fobia a algún animal, la fobia a la oscuridad y la fobia a la sangre y los elementos sanitarios. Estos miedos desproporcionados generan situaciones fácilmente reconocibles por cualquiera y producen incomodidades y problemas que, en ocasiones, son fuentes de conflicto en el seno de las familias. Las fobias surgen por la combinación entre la personalidad del niño/a y adolescente y alguna o algunas experiencias vividas muy negativamente. Y se mantienen en el tiempo por las conductas evitativas: cada vez que se evita pasar cerca del animal temido, o se enciende la luz por la noche, o se patalea en la sala de extracciones de sangre, se esta reforzando la fobia. Cada vez que se realiza una conducta evitativa, nuestro cerebro recibe el mensaje de “bien hecho, sigue así”.

La ansiedad social genera mucho sufrimiento y autodevaluación del que la padece. Viene a ser como una timidez excesiva, patológica, que le impide al niño/a que la padece, relacionarse con sus iguales con normalidad. Sienten miedo a ser humillados por los demás y prefieren mantenerse en silencio o alejados del grupo antes que someterse a la evaluación de los demás. Viven pendientes del juicio ajeno, suelen aislarse en exceso o anularse cuando realizan actividades y juegos con sus amigos/as. Suelen ser víctimas de acoso escolar.

Los problemas de exponerse ante los demás suelen acompañar de por vida y genera situaciones de dificultad en la adolescencia, la juventud y la edad adulta. Entre otros inconvenientes, el del miedo a hablar en público y el de ser asertivo. El origen de la ansiedad social, cuando no se deriva de una personalidad excesivamente tímida, suele derivarse de algún acontecimiento estresante. Muchos de los adultos con ansiedad social pueden señalar alguna situación especialmente embarazosa vivida durante la adolescencia.

La ansiedad por separación afecta a los niños más pequeños, entre los 6 y los 10 años principalmente. Es un trastorno que suele pasar desapercibido entre los padres y educadores que explican las reacciones adversas por la personalidad miedosa del menor, por intentos de librarse de las obligaciones escolares o por llamar la atención.
La realidad de muchos niños/as, es que cuando creen que se van a separar de la persona con la que tiene establecido el vínculo afectivo principal sufren nerviosismo y una sensación de malestar intenso, que se acentúa a medida que se aproxima el momento temido: es una ansiedad anticipatoria. Tiene unas manifestaciones fisiológicas muy claras en forma de molestias localizadas en el aparato digestivo. Lo más corriente es aparición de sensación de angustia estomacal, arcadas o incluso vómitos. A veces se acompaña con dolores de cabeza.

Los miedos suelen hacer referencia a la muerte por accidente o por actos terroristas o violentos, de la persona con la que existe el vínculo afectivo más fuerte. Tienen un alto componente fantástico y cuando el menor afectado vuelve a reunirse con la persona se produce una sensación de alivio, pero suele tener la creencia de que la muerte no se ha producido por suerte y que el peligro continua vivo para próximas ocasiones.

En otros casos, el miedo está vinculado al abandono por parte de los padres, por ejemplo en situaciones como:  que no vayan a recogerlos al colegio, o al campamento de verano, o a casa de los familiares o amigos con los que el menor se haya quedado.

Los trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia, además del sufrimiento y disfuncionalidad que crean en el menor que lo padece, son un factor de riesgo para posteriores enfermedades mentales como la depresión, los problemas de conducta, el abuso de sustancias y la ansiedad en edad adulta.

Según la OMS la medicación en los menores de 16 años debería de ser opción posterior a la psicoterapia, por lo que la visita al psicólogo ante la sospecha de ansiedad en menores, adolescentes y jóvenes, se hace imprescindible, tanto para una correcta evaluación como para su intervención y tratamiento. Entre las psicoterapias recomendadas y de mayor evidencia científica, está la terapia cognitivo-conductual, que es la terapia de elección recomendada por nuestra parte.