Tristeza y depresión infantil y juvenil en Bilbao 1

Naturaleza viva

Todos estamos tristes alguna vez. Es fácil experimentar la tristeza en los demás y en uno mismo. Sabemos que es un estado pasajero, con una duración y causa determinadas, una emoción más.
A veces, el estado de tristeza es duradero en el tiempo, y va ganando intensidad en la medida que se prolonga. Incluso puede, que nos afecte a nuestra vida diaria, que nos sintamos desganados, sin energía, apáticos, desesperanzados. En tal caso podríamos estar ante una depresión, ante un trastorno depresivo.

Todos perseguimos la felicidad y tratamos de huir del sufrimiento, y es por ello que un estado de tristeza prolongado en el tiempo, no es algo que queramos y desde luego, si nos ocurre, buscaremos remedio lo antes posible. Cuando esto nos sucede, lo primero que hacemos es repasar los acontecimientos recientes y los factores que nos predisponen para estar tristes y deprimidos. El problema con la tristeza prolongada, con la depresión, es que el hecho de conocer los motivos, no nos sirve de consuelo, no es, en sí mismo, terapéutico. A ello se une el problema de las llamadas depresiones endogenas, aquellas para las que no existe un motivo evidente.

Cómo saber si tenemos una depresión, o si tan sólo estamos atravesando “una mala racha”?. Los síntomas del trastorno depresivo son básicamente dos:
1. Tristeza
2. Pérdida de interés, anhedonia.

De esta forma, si nos encontramos con el estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, hemos perdido las ganas de realizar actividades que antes nos gustaban, estamos escasos de energía y nos fatigamos fácilmente, tenemos un claro sentimiento de inutilidad, nos cuesta más trabajo de lo habitual concentrarnos y tomar decisiones, dormimos con dificultad o en exceso y tenemos problemas alimentarios o de peso, en tales casos, podemos estar ante una depresión. Si este estado de cosas lo arrastramos durante más de 15 días seguidos y ello nos está afectando a nuestro día a día, ya sea en nuestro entorno familiar, en las relaciones con amigos, en nuestro rendimiento laboral o académico, entonces debemos de pedir ayuda externa.

Las relaciones sociales y familiares fuertes son de gran ayuda en estos casos. La recomendación inicial es comunicar lo que nos sucede a nuestro entorno. Nuestros amigos y familiares, normalmente, nos intentaran ayudar y nos servirán de red ante lo que puede ser una caída libre. Si ello no fuera suficiente, podemos visitar a nuestro médico de cabecera y simultáneamente acudir a algún tipo de terapia psicológica.

La terapia cognitivo conductual es la más eficaz según la mayoría de los estudios realizados y puede ser una buena solución en paralelo a la medicina y al afecto y ayuda de nuestra familia y amigos. Los más relevante es no quedarnos de brazos cruzados.

Curiosamente, la depresión en niños y adolescentes ha sido cuestionada hasta hace poco por parte de la comunidad terapéutica, ya que en la infancia y la adolescencia las manifestaciones de la depresión son distintas que en la vida adulta. Además algunas posturas defendían que antes de determinada edad, en la pubertad, no existe aún el sentimiento de culpa ni una conciencia moral sobre la persona ( “el superyó” ) que nos indique lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo estas posturas han quedado superadas y en la actualidad se sabe que se puede adquirir y desarrollar un trastorno depresivo ( “depresión”) desde la infancia y así está considerado en la actualidad en los más importantes manuales de psiquiatría.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5 de la Asociación Americana de Psiquiatria , al definir los síntomas y condiciones propias de los trastornos depresivos, hace mención específica a la infancia y la adolescencia.